Dinero y poder

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Algunos periodistas comentan que pecamos de anticuados si no permitimos que los políticos de alto nivel cometan errores y si esperamos que funcionen en su cargo en todo momento. Nadie pensará que los políticos no tienen derecho al descanso, las vacaciones o que no pueden mostrar su lado humano de vez en cuanto. No cabe duda de que apechugan con una gran responsabilidad y que cada dos por tres tienen que tomar decisiones que repercuten en un montón de otras personas. Estamos de acuerdo en que una persona así tiene que cuidar su bienestar mental y físico como todo el mundo o incluso más.

No es que no estamos dispuestos a tolerar los errores o las malas decisiones de los políticos porque no les concedamos ese lado humano. Por el contrario, me gustaría que los responsables de la toma de decisiones de un país actuaran realmente con humanidad. Sin embargo, la mayoría de las veces no lo hacen. No sólo durante la crisis del COVID o al tratar el conflicto de Ucrania, sino también en la gran mayoría de temas pendientes, tengo constantemente la sensación de que todas las decisiones que se toman, tienen en última instancia una motivación política y no humana. Y como nos parecen más ajenos las decisiones políticas, nos las tienen que explicar y justificar muchísimo. Lo hacen con tal aspaviento retórico, adorno lingüístico, y recurso estilístico que al final apenas se vislumbran las motivaciones principales que siempre conducen a las decisiones políticas: el dinero o el poder.

En lugar de ver el panorama general y hacer algo al respecto, todo el mundo parece a la espera de una desafortunada elección de palabras o de la aparición de algún esqueleto en el armario del político de turno. Y si por fin llega ese momento tan anhelado del tropezón, hay que dar curso a su indignación hasta que la persona en cuestión regurgita una declaración en público, preferiblemente emotiva y con un toque íntimo. Cuanto más lágrimas arranque en el público mejor.

 Luego sigue una discusión aparentemente interminable a todos los niveles para decidir si es necesaria o no una dimisión en estas circunstancias tan intolerables. El hecho de que esta declaración esté confeccionada asesores retóricos para conseguir un efecto u otro no parece importarle a nadie. - Al igual que la cuestión de si todo o algo de eso es verdad o no.

La estrategia a seguir para conseguir el mayor número de votos parece ser la única, ya que todo el mundo al usa no necesariamente en este orden y en la dosificación que convenga en cada caso: 1º Meterse con los otros partidos para que queden lo peor posible. 2º elaborar un programa electoral extremadamente tentador - total, al final no hace falta realizar ni la mitad de las cosas.. 3º Dar al votante medio la ilusión de que puede contribuir en algo al desarrollo de su propio país y de Europa. Este teatro que se representa en la política se puede observar en Alemania y también en España, donde los parlamentarios de todas las comisiones se lanzan literalmente al cuello en las reuniones públicas y luego en el bar a la vuelta de la esquina, la única disputa que tienen es quién invita a quién a la cervecita.

Francamente me pregunto por qué seguimos con este sistema tan obsoleto de partidos diferentes. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que tenemos que concentrarnos en las cuestiones que son de interés general? ¿Qué puede ser más irrelevante que los trapos sucios de un político o que el nombre de un partido, cuando todo el planeta está a punto de reventarnos en la cara?
 

El lado humano que muestren los políticos debería importarnos cada vez que tomen decisiones. El hecho de que se malverse dinero, que se paguen primas muy discutibles, que se utilicen privilegios oficiales para fines privados o que se mienta por los codos, no merece la pena discutirlo. El que lo haga debería ser destituido de su cargo -sin continuar cobrando- al igual que se despediría a cualquier otro empleado si se anda con chanchullos. El hecho es que ser político es también una profesión, que -como tal- debe cumplirse con pleno compromiso. Si no puedes hacerlo porque estás trabajando como asesor en veinte organismos económicos a la vez o tienes demasiadas otras cosas en tu vida privada, pues tienes que buscar otra ocupación en la que puedas combinar todas estas cosas y seguir haciendo bien tu trabajo o reorganizar las demás cosas para que no interfieren con tu obligación laboral.   

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