Dime cómo vives y te diré quién eres.

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La primera pregunta que solemos escuchar en Alemania al visitar a alguien por primera vez en su casa, es: - ¿Te enseño el piso? (Bueno, a veces la primera del todo es: - ¿Te importaría quitarte los zapatos?). Yo también he hecho la pregunta al darle la bienvenida a gente en mi casa por primera vez. Parece que en Alemania eso es así. En España, sobre todo en Andalucía, no. Me pregunto entonces, por qué los alemanes tenemos esa necesidad.

Las malas lenguas lo achacan a que de esta manera uno puede presumir de lo bonito que es el armario nuevo que se ha comprado por tantos euros, o de lo ideal que se ve esa pantalla de última generación - que al final sí ha comprado por darse el capricho - en el espacio del home-office. Yo me niego a creer que la gente sea tan burdamente presumida, al menos la que yo conozco.

Además me gusta enterarme de las anécdotas que vienen con cada mueble, pieza de decoración u objeto. Me interesa saber que justo esa lámpara se descubrió en una tiendecita durante las últimas vacaciones en Marruecos. Y que después de unas llamadas súper liosas por lo de la lengua se acabó mandando a casa.

Quizás se debería considerar por qué los alemanes decoramos las casas como las decoramos. Mucha gente decide qué objetos poner en la habitación porque quedan muy bien exactamente ahí, ¿no? Así que es el gusto que juega un papel decisivo. Y éste es, como todos sabemos, individual. Significa entonces que la personalidad de cada uno es fundamental a la hora de decorar el piso o la casa. Una conclusión puede ser que nos identificamos, algunas veces incluso puede que nos definimos a través del piso. Normal que las casas en Alemania se alquilan sin amueblar. Pasamos tanto tiempo en la vivienda y queremos estar bien ahí por lo que decoramos a veces hasta con un esfuerzo considerable según la predilección de cada uno. No es de extrañar entonces que uno se siente orgulloso de cómo queda al final y quiere hacer partícipe a más personas. Por consiguiente muchos alemanes cuando ofrecemos el tour por el piso invitamos a ver no lo que tenemos sino quienes somos.   

¿Cómo hacen los andaluces para dejar que nos enteremos de su personalidad? Encima que no solo no dan el tour por el piso, en general invitan infinitamente menos gente a su casa que en Alemania. Se supone en general que tiene que ver con el clima el hecho de que la vida social en España, en concreto en Andalucía, transcurre más que nada en la calle, y en Alemania en las casas. A parte, la mayoría de personas disfruta mucho juntándose en grupos más grandes que en Alemania. Es imposible invitar siempre toda la peña a la propia casa. A lo mejor hay otra razón detrás de esto, la de la historia del país. En España durante la Guerra Civil y la dictadura, la gente no se podía a veces ni fiar de los propios vecinos, y era más fácil seguir una conversación ajena a través de la pared entre dos viviendas contiguas que en toda la bulla de un bar. ¿Acaso se habrá quedado eso tan metido en la mentalidad colectiva que resulta en que muchos españoles desvelan lo profundo de su personalidad solo a unos pocos, muy buenos amigos? Explicaría a la par por qué en Andalucía por ejemplo es tan fácil charlar con cualquiera, bastante más fácil que en la mayoría de regiones de Alemania. Pero que luego las conversaciones muchas veces no se vuelven muy profundas. Es por eso que los españoles parecen ser más abiertos que los alemanes a primera vista. Tienen muchísimo más contactos sociales en comparación pero al mismo tiempo menos amistades realmente profundas. Y a la hora de salir a la calle se observa lo siguiente: Mientras que un gran número de alemanes se asegura de que la ropa y el peinado sean prácticos y funcionales, la mayoría de españoles cuidan una imagen arreglada y pulcra, incluyendo maquillaje y peinados laboriosos. Y no suelen enseñarnos cómo viven. - ¿Nos quedamos entonces sin saber quienes son?  

El arte de tender la ropa de manera correcta

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No soporto que se deje la tapa del váter abierta. Así no paro de pensar que algo se pudiera caer dentro. Pero hay quien tiene esa costumbre. A otra gente no le importa lo más mínimo si el inodoro se cierra o no. Igual de divididas están las opiniones cuando se trata de enrollar el tubo de pasta de dientes meticulosamente desde el final - incluso hay personas que para eso usa un cacharrito similar al que se usaba antes para abrir las latas de sardinas - o de simplemente ir estrujando todo el tubo con el puño para que la pasta salga poco a poco. Una cuestión parecida es si es necesario dejar en remojo o enjuagar los platos y demás utensilios antes de meterlos en el lavavajillas. Lavando a mano, algunos prefieren la técnica supuestamente más ecológica de lavar todo en el mismo agüita como si de una bañera se tratara y otros prefieren pasar todo por el grifo abierto. Hay toda una ristra de preguntas cotidianas de este tipo y lo primero que me suele venir a la mente es: ¿Qué más da? Que cada uno lo haga como quiera y me lo deje hacer a mi como yo quiera. Sin embargo, la cosa se complica cuando se comparte casa con una o varias personas sea, cual sea la constelación.

En un piso compartido, por ejemplo, estos asuntos pueden crear un potencial de conflicto muy propenso a causar interminables discusiones y hacer que la convivencia sea menos llevadera.
En la convivencia de una pareja, pueden llegar a ser aún más estresantes, ya que suelen traer a flote otras incoherencias de la relación.

Cuántas veces los desacuerdos de este tipo desembocan en tremendas discusiones y luego -o cuando se ven desde fuera- se hace evidente que en realidad sólo han provocado que el vaso, ya bastante lleno de insatisfacción, se colme. Para evitar que pasa, creo que ayuda tener en cuenta algunas cosas:

Para la mayoría de asuntos de este tipo, existen diferentes maneras de proceder, y todas tendrán sus ventajas e inconvenientes. Cada persona se acostumbra a una u otra a lo largo de su vida porque lo ve así en los demás, porque ha tenido buenas experiencias con ello, porque siempre lo ha hecho así, porque las condiciones mentales o físicas se lo permiten mejor así o simplemente porque lo encuentra más práctico así.

En las parejas en las que ambos trabajan, por suerte por aquí ya es normal observar que se vive la igualdad en las casas. Al menos eso es lo que dice la mayoría de la gente cuando se les pregunta. Personalmente, veo muchas parejas y familias, tanto en Alemania como en España, en las que esto es así. En la mayoría de ellas, las tareas que asume cada persona se equilibran en cierta medida. ¿Por qué entonces es tan frecuente que una persona haga la colada y la otra cocina y friega? Cuando se les pregunta, la respuesta suele ser: a ella o a él simplemente le sale mejor que a mi. O comentarios como: Es que él cuelga la ropa mal. O bien: Ella conduce mal; ni siquiera frena con el motor.
Como defensora firme de la igualdad de derechos, pero no de la igualación, a veces pienso que al final hay cosas que les cuesta menos a algunas mujeres y otras a algunos hombres. Lo cierto es que hay muchos estudios sobre lo diferente que funciona el cerebro femenino y el masculino. No, por supuesto que no vale para todos, pero la tendencia hacia ciertas capacidades ha sido probada científicamente. Hasta qué punto todo esto es hereditario o está determinado por la aptitud genética sigue siendo cuestionable, por supuesto. Incluso si pudiéramos responder a esto de forma inequívoca, probablemente no nos llevaría a ninguna parte en la convivencia.

Lo que sí nos llevaría seguramente a una convivencia menos conflictos, sin embargo, es algo mucho más sencillo: un cambio de perspectiva. Si la discrepancia en las tareas mencionadas se convierte en un factor perturbador para la relación, simplemente hay que darse cuenta de que hay diferentes maneras de cumplir con una tarea. Por ejemplo, con especial rapidez, pero quizás con algo menos de precisión. O con un gesto de mano en lugar de tres. De abajo a arriba o de arriba a abajo, etc. Puede que la ropa recién lavada se seque realmente más o menos rápido si se deja una barra libre entre fila y fila en el tendedero, y puede que se vean menos arrugas después si se sacude cada prenda bien sacudida antes de ponerle la pinza. Pero sinceramente, que un pantalón se cuelgue desde la cintura o desde las perneras no significa hacerlo bien o mal, significa hacerlo de otra manera.

El alemán y el hombrecito verde

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Difícil de ver es. Siempre en movimiento el futuro está. - Incluso los que no han visto La Guerra de las Galaxias saben que Yoda -el hombrecito verde con las orejas puntiagudas- imparte su sabiduría de esta forma algo retorcida. Pasa en el original y en las versiones traducidas de las películas. Nos suena incorrecto en nuestra lengua materna. Suele resultar difícil intuir cómo debe sonar la propia lengua a alguien que no la entiende o que la está aprendiendo, y generalmente se dice que el alemán suena áspero y antipático. Por un lado, esta impresión se debe a las peculiaridades de la pronunciación, como el endurecimiento del sonido final. Esto significa que las consonantes sonoras como la b, la d y la g son sordas al final de la palabra, por lo que en alemán Hund (perro) suena como Hunt, Hunde (perros) como Hunde; Berg (montaña) como Berk, Berge (montañas) como Berge y Dieb (ladrón) como Diep, Diebe como Diebe (ladrones). El acento de la palabra también pone lo suyo para que el alemán suene tan entrecortado y robótico. Otra razón de este efecto es que el alemán es una lengua de palabras y no de sílabas, como ya mencioné en "¿Qué ha dicho?“

Dicen que el irlandés Dylan Moran lo resumió así: El alemán suena como una máquina de escribir zampando papel de aluminio que alguien está triando por las escaleras del sótano.

Aunque esta comparación es todo menos bonita, se puede identificarse con ella de algún modo, incluso si se conoce el idioma, cosa que normalmente complica lo de entender cómo tiene que sonar para alguien que no lo conoce.

Resulta aún más difícil juzgar el efecto que debe de tener la estructura de una lengua a alguien que no la conoce (bien). Creo que el alemán suena mucho a Yoda. Todo parece algo torcido. Las reglas, aunque son muchas, son bastante claras en realidad y la más importante se aprende al principio de las clases de alemán: el verbo conjugado, siendo el rey de la frase, siempre está en posición dos en la frase principal, y al final en las subordinadas. Además, el alemán es una lengua sujeto-objeto-verbo y no una lengua sujeto-verbo-objeto como el inglés o las lenguas románicas, por ejemplo, lo que significa que las partes del verbo tienen que estar al final no sólo de la frase subordinada sino también de la principal.

Puede que no siempre se vea a la primera. Tomemos, por ejemplo, una frase corta como

Er will tanzen.

Parece igual que en inglés

He wants to dance.

...o en español:

Quiere bailar.

Pero en cuanto añadimos información adicional, notamos la diferencia:

Er will nicht mit ihr tanzen.

He doesn’t want to dance with her.

No quiere bailar con ella.

Así es que muchos idiomas proporcionan la información importante sobre el contenido directamente, pero en alemán lo normal es que hay que esperar al final de la frase para saber exactamente de qué se está hablando. Cuanto más largas sean las frases, más paciencia hay que tener. La cosa se pone curiosa del todo cuando ya no tenemos un verbo completo, sino sólo un añadido al verbo como an, ab, ein y así. Aunque sabemos por otras lenguas que los verbos cambian completamente su significado con pequeños añadidos, sigue siendo sorprendente que el elemento decisivo no aparezca hasta que no termine la frase del todo. En español, por ejemplo, gracias a una pequeña "a", se sabe inmediatamente si alguien manipula un interruptor de luz (Apaga la luz.) o salda la cuenta de electricidad (Paga la luz), mientras que en alemán hay que esperar al final de la frase para saber si alguien es agresivo o dispuesto a echar un cable: Ich schlage deinen Freund. (Pego a tu amigo). O Ich schlage deinen Freund (für die neue Stelle beim Chef) vor. (Le propongo a tu amigo (para el nuevo puesto con el jefe)).

Y ahí creo que está el quid de la cuestión porque a los oídos de muchos estudiantes el alemán tergiversado debe sonar.

¡A despachar!

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Como de costumbre, la reunión matinal de los empleados del aeropuerto ha comenzado con un poco de retraso. El presidente pregunta al personal: "Entonces, ¿quién se va a dedicar hoy a la carga del equipaje? Dos muchachos jóvenes se apuntan del tirón. Tienen pinta de pasar las horas muertas en el gimnasio. Otro compañero, mucho más canijo, también levanta la mano y nota como alguien dice entre dientes - ¿Éste?, ¿en la carga? ¿Con lo canijo que es? - Hombre claro que puedo hacerlo - contesta él, - ya llevo dos años trabajando aquí como conductor de autobús de pista y he visto perfectamente cómo va lo de las maletas. A las malas me echan una mano los otros dos con los bultos pesados. - Qué bien que se hayan encontrado voluntarios tan rápidamente. A continuación, se distribuyen los puestos del check-in. Aquí hay más interesados de la cuenta. Claro, piensan, con lo bien pagado que está sentarse unas horitas detrás del mostrador pasando los datos de los pasajeros al ordenador. Hay que elegir entre los voluntarios. - Un requisito fundamental para esta tarea es saber idiomas, dice el jefe, para reducir el número de candidatos. - Con inglés y español puedo ir tirando. Es lo que habla la mayoría de los pasajeros. Además se escribir con 10 dedos, por lo que puedo hacer muchísimo más check-ins que mis compañeros que tienen que ir buscando las letritas en el teclado, comenta uno de los aspirantes. Pues sí, eso aseguraría un procedimiento más ágil. - Mire, le propone el jefe, vaya eligiendo usted los más adecuados entre los demás voluntarios. Al fin y al cabo, después de tantos años trabajando juntos aquí en el aeropuerto, se conocen entre sí ya un poco y sabrían los puntos fuertes que tiene cada uno para esta tarea.

Listo, pasemos al personal de cabina. Los empleados bajan las cabezas como quien no quiere la cosa. Nadie levanta la mano.- Venga, les ánima el jefe, para el vuelo de hoy necesitamos al menos cinco. Señora Pérez, por qué no lo hace usted, por ejemplo. Ha trabajado varias veces en la tienda libre de impuestos y siempre se le ha dado muy bien. Los pasajeros le adoran con su forma de ser tan amable y atildada. - Pues en realidad no me apetece mucho trabajar en cabina. Y menos ahora con todos los rasca y gana y los productos libre de impuestos que hay que endosarles a los viajeros, responde la señora Pérez. - Gracias por sacar el tema, salta el jefe, les iba a comentar al respecto que no se le olvide que sería deseable alcanzar la venta mínima esta vez. Como hemos visto que no mucha gente tiene ganas de encargarse de la cabina, vamos a ponerlo un poco más interesante: A partir de ahora habrá un plus para cada uno en función del volumen de venta que crea en cada vuelo en cabina. Se levantan cinco manos de golpe. - Ah, mire, señora Pérez, así usted no tiene ni que hacerlo. Bueno, si quiere probar también con este nuevo método, le apunto para la próxima. ¿Por qué no hace de copiloto esta vez?, eso no lo ha hecho nunca, ¿no? - Genial, opina ésta, sí, creo que seré capaz. Sobre todo porque últimamente se ha dedicado mucho a este tema, hablando con los demás copilotos en las pausas y leyendo incluso el manual. Estupendo, dice el jefe, entonces lo único sería asegurar que vaya alguien experimentado de piloto. Solo por si acaso pasara algo. Bueno, no suele haber problemas de todas maneras.

Excelente, entonces solo hace falta repartirse las tareas restantes como mantenimiento, limpieza y torre. Si alguien no estuviera contento con el reparto, seguro que se llegaría a un acuerdo satisfactorio, tipo vacaciones extraordinarias.

Al final se han podido tratar todos los puntos del día más rápido de lo pensado. Mejor, porque así queda tiempo para votar acerca del planteamiento nuevo: Repartir los quehaceres a partir de ahora simplemente en función de género y nombre y así asegurar la igualdad entre hombres, mujeres y otros, además de la igualdad entre el trasfondo étnico de cada uno.

Y ahora, ¡A despachar a los pasajeros!

¿A que no resulta muy tentador la idea de subirse a este avión? Dudo que nadie se subiría puestos a elegir. De ahí me pregunto, ¿por qué no nos importa que los ministerios se repartan aparentemente de esta manera? Parece que ningún ministro haya estudiado o trabajado nada que tenga que ver con su ministerio, que la mayoría se asusta cuando hay que tomar alguna decisión importante y, de todas maneras, nadie da abasto con su trabajo asignado. Esto es impensable para cualquier otro sector laboral pero a la orden del día en la política. Por supuesto es discutible si cada ministro necesita un doctorado en su materia pero me parecería lo normal, comprobar algunos requisitos básicos antes de asignar los respectivos ministerios.

Los conocimientos de idiomas que tenga una ministra de exteriores por ejemplo. Resulta que un año de carrera en Inglaterra no basta para que se lean los discursos en un inglés aceptable al final. De redactarlos o de llevar conversaciones espontáneas en las visitas oficiales al extranjero ni hablamos. Si cualquiera que quiera trabajar en un puesto relacionado con el turismo tiene que saber al menos dos lenguas extranjeras, no comprendo por qué no se requiere por lo menos lo mismo de una persona que representa su país en el exterior. Y podemos sumar y seguir para otros ministerios. Si se compensara la carencia de algún requisito por la excelencia en otro, sería más que aceptable, igual que pasa en otros puestos de trabajo. Desgraciadamente hay que reconocer que no suele ser el caso en la política.

Con lo que podemos sacar otro parecido al símil del aeropuerto: Venga, ¡a despachar a los votantes!

Deberíamos dejar que Donald Trump siga tuiteando?

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La discusión se recalienta con noticias como la de hace unas semanas, que Elon Musk iba a comprar Twitter. ¡Qué escándalo! Al parecer, Elon Musk ha mencionado en alguna entrevista que él sí dejaría que Trump vuelva a tuitear. Declaraciones así causan gran revuelo en la prensa internacional, aunque cuando lo dijo, aún no estaba claro si conseguiría la adquisición. En cualquier caso, vuelve a haber una discusión salvaje sobre la obligación moral de los medios sociales. No creo que a Musk le importen mucho las letras y las palabras que se suelten en Twitter, porque su plan es introducir un sistema de pago -similar a PayPal- a través de este canal, que con toda probabilidad le llegará a más cosas que a la suela de los zapatos a los demás sistemas de pago habituales, puede que hasta pise a algunos de ellos.

Sin querer entrar en el tema de los sistemas de pago, sólo quiero decir que me molesta que esta discusión de "no podemos dejar que esto o aquello se diga públicamente" siempre se pone en marcha cuando alguien en el poder, tan de repente y de forma tan tan inesperada, publica comentarios erróneos en los medios de comunicación social.

Me resulta algo extraño que normalmente sea alguien que de alguna manera ocupa o ha ocupado un alto cargo público. Siempre me pregunto cómo es posible que para empezar, alguien con semejantes puntos de vista pueda llegar a ese puesto.

Si es que el problema no es sólo lo que dice Trump. No importa realmente si lo mete a un teclado o lo balbucea a un micrófono. El problema es que lo que dice interesa e influye a tanta gente. Creo que es eso lo que se debería discutir y debatir.

Creo que es bastante irrelevante quién pone qué en cada canal. Lo que me parece terrible es observar que las cuentas aparentemente más absurdas de Instagram, Youtube, TikTok&Co. atraen a un número tan altísimo de personas interesadas.

Me gustaría utilizar el gran argumento de trasladarlo a la realidad para ilustrar que, por supuesto, nunca dirías ni harías en la realidad lo que a veces dices en la red. Funcionó bien hace unos años. Véase la publicidad de la iniciativa europea al uso concienciado de los medios de comunicación: ¿Dónde está Klaus? . A estas alturas, me temo que es demasiado tarde para este argumento. Dejando a un lado todo el desarrollo del bullying, basta con ver las concentraciones masivas de personas que se paran durante horas y horas para vislumbrar a su ídolo, el o los influencers de turno, para darse cuenta de que el efecto con el traslado a la realidad ha terminado: Ellos se paran ahí delante del micrófono y dicen lo mismo que sueltan en la red y a todo el mundo le parece genial.

El otro día pasé de casualidad por delante de un evento de este tipo y pregunté a la gente que esperaba qué superestrella estaba a punto de aparecer. "Una niña de 14 años. Los niñas lo flipan con ella." fue la respuesta de uno de los muchos padres aburridos que estaban al lado del mogollón de madres e hijas gritando y filmando. Entonces no perdí la oportunidad de preguntar también a algunos representantes del grupo objetivo, que a quién esperaban aquí. Con una cara de asombro absoluto, me pusieron al tanto del evento. Todo el grupo de amigas se miró entre sí y luego a mí un poco confundidas. Creo que se preguntaban de qué planeta o detrás de qué roca había salido yo. Seguramente les dio hasta un poco de pena cuando les pregunté qué hacía esta estrella, pero al final se animaron y me explicaron pacientemente: "Bueno, en plan, tiene un canal en YouTube y un montón de seguidores. Ella comenta lo que hace, lo que hace su familia, lo que hacen sus amigos y demás, ¡es súper guay!

En este punto -confirmado por la pequeña investigación que hice después para ver que realmente hace eso- llegué a la conclusión de que la cuestión aquí ya no es por qué la gente está interesada en ciertos contenidos, sino por qué los padres realmente dan pie a que sus hijos sigan virtualmente y en realidad este tipo de ejemplo.

No quiero levantar la sospecha de que deteste a los canales de YouTube y las cuentas de Instagram per se. Me gustaría dejar claro que Internet y las redes sociales son un medio diferente para mí. Y este medio tiene sus grandes ventajas, que creo que hay que aprovechar. Esta consideración merece cierta elaboración y pronto tendrá su propia entrada en el blog.

Dinero y poder

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Algunos periodistas comentan que pecamos de anticuados si no permitimos que los políticos de alto nivel cometan errores y si esperamos que funcionen en su cargo en todo momento. Nadie pensará que los políticos no tienen derecho al descanso, las vacaciones o que no pueden mostrar su lado humano de vez en cuanto. No cabe duda de que apechugan con una gran responsabilidad y que cada dos por tres tienen que tomar decisiones que repercuten en un montón de otras personas. Estamos de acuerdo en que una persona así tiene que cuidar su bienestar mental y físico como todo el mundo o incluso más.

No es que no estamos dispuestos a tolerar los errores o las malas decisiones de los políticos porque no les concedamos ese lado humano. Por el contrario, me gustaría que los responsables de la toma de decisiones de un país actuaran realmente con humanidad. Sin embargo, la mayoría de las veces no lo hacen. No sólo durante la crisis del COVID o al tratar el conflicto de Ucrania, sino también en la gran mayoría de temas pendientes, tengo constantemente la sensación de que todas las decisiones que se toman, tienen en última instancia una motivación política y no humana. Y como nos parecen más ajenos las decisiones políticas, nos las tienen que explicar y justificar muchísimo. Lo hacen con tal aspaviento retórico, adorno lingüístico, y recurso estilístico que al final apenas se vislumbran las motivaciones principales que siempre conducen a las decisiones políticas: el dinero o el poder.

En lugar de ver el panorama general y hacer algo al respecto, todo el mundo parece a la espera de una desafortunada elección de palabras o de la aparición de algún esqueleto en el armario del político de turno. Y si por fin llega ese momento tan anhelado del tropezón, hay que dar curso a su indignación hasta que la persona en cuestión regurgita una declaración en público, preferiblemente emotiva y con un toque íntimo. Cuanto más lágrimas arranque en el público mejor.

 Luego sigue una discusión aparentemente interminable a todos los niveles para decidir si es necesaria o no una dimisión en estas circunstancias tan intolerables. El hecho de que esta declaración esté confeccionada asesores retóricos para conseguir un efecto u otro no parece importarle a nadie. - Al igual que la cuestión de si todo o algo de eso es verdad o no.

La estrategia a seguir para conseguir el mayor número de votos parece ser la única, ya que todo el mundo al usa no necesariamente en este orden y en la dosificación que convenga en cada caso: 1º Meterse con los otros partidos para que queden lo peor posible. 2º elaborar un programa electoral extremadamente tentador - total, al final no hace falta realizar ni la mitad de las cosas.. 3º Dar al votante medio la ilusión de que puede contribuir en algo al desarrollo de su propio país y de Europa. Este teatro que se representa en la política se puede observar en Alemania y también en España, donde los parlamentarios de todas las comisiones se lanzan literalmente al cuello en las reuniones públicas y luego en el bar a la vuelta de la esquina, la única disputa que tienen es quién invita a quién a la cervecita.

Francamente me pregunto por qué seguimos con este sistema tan obsoleto de partidos diferentes. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que tenemos que concentrarnos en las cuestiones que son de interés general? ¿Qué puede ser más irrelevante que los trapos sucios de un político o que el nombre de un partido, cuando todo el planeta está a punto de reventarnos en la cara?
 

El lado humano que muestren los políticos debería importarnos cada vez que tomen decisiones. El hecho de que se malverse dinero, que se paguen primas muy discutibles, que se utilicen privilegios oficiales para fines privados o que se mienta por los codos, no merece la pena discutirlo. El que lo haga debería ser destituido de su cargo -sin continuar cobrando- al igual que se despediría a cualquier otro empleado si se anda con chanchullos. El hecho es que ser político es también una profesión, que -como tal- debe cumplirse con pleno compromiso. Si no puedes hacerlo porque estás trabajando como asesor en veinte organismos económicos a la vez o tienes demasiadas otras cosas en tu vida privada, pues tienes que buscar otra ocupación en la que puedas combinar todas estas cosas y seguir haciendo bien tu trabajo o reorganizar las demás cosas para que no interfieren con tu obligación laboral.   

No me gusta la ciencia ficción y lo sabes.

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Todos nos damos cuenta a diario lo fácil que aparecen los malentendios en todo tipo de comunicación con los demás. Se está explorando y discutiendo el orígen de estas interferencias en varios campos de la ciencia y también en la sociedad. El modelo de las orejas y los picos, del que hablé en la última entrada de esta categoría, es sólo una de las posibles causas de esto. Allí se habla de los diferentes filtros con los que podemos emitir y entender las afirmaciones. Este fenómeno conduce inevitablemente a conflictos, sobre todo cuando interviene la interpretación de lo que se dijo o no se dijo.

Un amigo comenta: "Hace tiempo que no vamos al cine juntos. El otro pregunta: "¿Y le has dicho que te molesta?" - El primero: "Bueno, es que con todos los años que llevamos juntos, ella sabe perfectamente que me encanta ir al cine. No veo por qué se lo tengo que explicar encima".

Una amiga comenta: "Últimamente no para de decirme que ponen tal o cual película de ciencia ficción en el cine. Pero final no sale con nadie y encima se queja cuando la quitan de la cartelera. La otra responde: "Quizá quiera ir al cine contigo, de todas formas lleváis tiempo sin hacer cosas juntos". La primera: "Después de todos estos años, él sabe perfectamente que odio la ciencia ficción. Nunca se le ocurriría arrastrarme allí. Además, ¿él y planear algo? - Si ni siquiera es capaz de organizarnos un viaje o sugerir un nuevo restaurante".

Sobre todo en las parejas, pero también en otras relaciones interpersonales de mucho tiempo, la mayoría de los conflictos podrían evitarse o mitigarse si se dicen las cosas con claridad. Sin dar por sentado que la otra persona nos entiende automáticamente por el mero hecho de conocernos desde hace tanto. Porque, sin duda, uno va conociendo las preferencias, las manías y los hábitos de la otra persona, pero también es fácil equivocarse en esa clase de suposiciones o sacar conclusiones erróneas según que contexto. 

La tendencia a sentirnos incomprendidos porque otra persona no interpreta algo que decimos exactamente según nuestra intención, se remonta a la necesidad básica de ser reconocidos y apreciados constantemente. Como tantas cosas más, suele ocurrir de forma inconsciente. Si este tipo de interferncias se produce con frecuencia en las relaciones, puede convertirse lentamente en un barril de pólvora que puede reventar cuando menos lo esperamos. Es perfectamente posible que sea otro detonador que cause la explosión, por muy trivial que parezca, pero estalla en la cara de los implicados en forma de una crisis tangible.

Deberíamos tratar de recordar más a menudo que nunca podemos ver con exactitud los pensamientos y sentimientos de otra persona, y mucho menos predecirlos, por muy bien que la conozcamos. A la inversa, debemos ser conscientes de que los demás no pueden hacer lo mismo con nosotros.

Así que aquí también es conveniente que no siempre busquemos tres pies al gato: No cuesta nada pronunciar esa frase extra, aunque la otra persona supuestamente ya la sabe. "Oye, están poniendo esa nueva película de ciencia ficción en el cine. Me encantaría que vinieras a verla conmito, ya sabes lo mucho que me gusta la ciencia ficción y hace mil que no hacemos nada juntos".

Y en caso de que realmente nos conozcamos al dedillo, sigue valiendo mucho la pena expresar el reconocimiento y el aprecio en lugar de esperarlo. "Sé que la ciencia ficción no es lo tuyo, pero si me acompañas, intentaré planificar el próximo viaje, aunque a mi no me saldrá tan bien como a ti.".

¿A caso hay todavía quien sepa por dónde es?

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La salud, la protección del clima, la digitalización, la migración, las pensiones, el mercado laboral y la vivienda han sido los temas de interés público en Alemania y otros países europeos en los últimos años. Por supuesto, justo por eso aparecen en todos los programas electorales sea cual sea el partido.

Al escuchar las propuestas para solucionar los problemas acuciantes de la sociedad, me parece evidente que las decisiones políticas suelen estar impulsadas por algún tipo de juego de poder, por normas enquistadas a las que parece que hay que atenerse porque siempre ha sido así, o por conflictos de intereses a distintos niveles. No quiero acusar a ningún político de malicia y no creo que un determinado grupo tire y retuerza los hilos hasta que la política vaya en la dirección deseada.

 Más bien tengo la impresión de que todos están corriendo de un lado a otro como pollos sin cabeza. Estresados por la presión de tener que actuar y de actuar rápido. Así que se lían la manta a la cabeza y siguen corriendo para arriba y para abajo sin ton ni son. Desgraciadamente sin tener ni idea de a dónde dirigirse en realidad. Pensarán: Si me muevo de un lado a otro muy rápido, cambio todas las cosas posibles y parece que sé a dónde voy, nadie se dará cuenta de que realmente no tengo ni idea de lo que se supone que estoy haciendo.

Esto es una reunión en la sala plenaria o en el ayuntamiento o en el parlamento. - Es irrelevante dónde tiene lugar exactamente y en qué composición. Sin embargo, me imagino el parlamento como ejemplo. Todos esos diputados, de los que tenemos demasiados en Alemania, y creo que en España también. Pero es muy práctico cuando muchas personas comparten una tarea: Se comparte también la responsabilidad. Después no tienes que asumir la culpa tú mismo nunca si algo va mal. - Pero eso es un tema en sí mismo, del que quizás hablaré por separado alguna vez. En cualquier caso, creo que las siguientes consideraciones transcurren de forma similar en la mente de muchas personas, independientemente del nivel político en el que estén activas.

Vaya, no he podido leer los puntos del día y las propuestas de solución que se van a debatir y votar hoy. Realmente no tenía nada de tiempo. Bueno, como he estado liado toda la mañana con las videoconferencias esas donde hago de consultor externo, no he podido ponerme con lo otro. Si es que mi paga depende de los resultados.... - Además, era un PDF muy largo. Seguro que serían fácilmente 20 páginas impresas. - Después de eso, he tenido que recoger a los niños de las clases de violín y comprar de paso la cena para la noche, y luego ya era la hora de la reunión. Al menos no estoy solo, todo el mundo parece llegar aquí con prisa. Algunos no vienen y la mitad de los que están aquí ya están otra vez con el móvil. Ah, eso me recuerda que le había prometido a uno de los jefes que le informaría brevemente sobre la reunión de hoy. Bueno, entonces le voy mandando ahora mismo un correo electrónico desde el móvil. De todos modos, al principio de la reunión no hace falta escuchar bien bien - con todas los saludos y las bromitas hasta que entremos en materia. - Es bueno que se haga un resumen de la propuesta antes de tener que votar. Pero, ¿hay algo de la evaluación de los expertos en el resumen? ¿Y el precio final que tendremos que pagar? - Realmente no puedo soltar una duda así ahora. ¡Qué corte! Se daría cuenta todo el mundo de que no he preparado la sesión. Pablo debe haberla leído cuidadosamente. Siempre lo hace. Si no lo pregunta él, entonces todo estará bien. Simplemente votaré lo que él. En realidad, solemos estar de acuerdo de todos modos. - Oh aquí, una alerta en LinkedIn. El puesto parece interesante. Volvería a ser como consultor externo. Es práctico combinar eso con el trabajo del partido. Creo que lo solicitaré. Simplemente no vengo a la reunión una vez al mes. No se notará. Bianca siempre está ausente porque no quiere dejar del todo su antiguo trabajo de abogada. - Oh, Pablo levanta la mano. Rápido. Yo también subo la mía. Pero, ¿fue a favor o en contra?

Y así va avanzando este tren, en el que estamos todos sentados. En la cabina del conductor, nadie sabe realmente cómo manejar los botones y palancas, y mucho menos hacía dónde se supone que hay que dirigirlo. No es posible pararse un momento a pensar en qué destino hay que meter. Porque así perderíamos un tiempo importante, y además, las vías llevan años ampliadas, así que en cuestión al destino, algo habrán pensado en su momento. Los demás seguramente preguntarían si el destino era tan importante ahora. Más bien deberíamos seguir preocupándonos por lo que dijo quién y cómo exactamente, o por quién sonrió mucho o poco a quién y cuándo. Porque si hurgamos un poco más en la vida de los demás sobre las pequeñas cosas y hacemos hincapié en los puntos débiles de cada uno, quizá nadie se dé cuenta de que no estamos preparados ni tenemos tiempo ni nos tomamos la molestia de profundizar en ciertas cuestiones. Tal vez nadie se dé cuenta de que en realidad estamos mucho más interesados en el siguiente puesto al que podamos subir que en determinar una decisión política cuyos frutos no podremos recoger hasta dentro de unos años.

Y mientras tanto, el tren sigue avanzando y cuando va cuesta abajo, acelera - uno u otro en la cabina del conductor puede saber dónde está el freno, pero no quiere usarlo. Entonces él sería el responsable y tendría que responder por este cambio repentino de velocidad o de rumbo. Eso no le conviene a nadie, ya que de todas formas no tenemos tiempo. Al fin y al cabo, el tren frenará por sí solo cuando empiece a subir.

Comunicación - orejas y picos

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Él: "¿Es nuevo, este vestido? Te queda genial". - Ella: "¡¿Así que crees que no estoy guapa en la demás ropa que tengo?!"

Quizás realmente le parece que ella está guapísima en este vestido, a diferencia de otros. O tal vez sólo quería resaltar que ella estaba muy guapa hoy (¡¿como siempre?!). A lo mejor ella se sintiera culpable por el dinero cuando lo compró y pensó: "En realidad no necesito un vestido nuevo, tengo muchos otros con los que me siento bien".

La forma en que recibimos lo que dicen los demás no sólo depende de cómo se dice, sino también del estado de ánimo en el que nos encontramos nosotros en ese momento.

El psicólogo Schulz von Thun desarrolló hace años un modelo de comunicación que, en mi opinión, ilustra muy bien por qué nuestra comunicación en los contextos más diversos puede dar lugar a malentendidos y malos rollos.

Según este modelo, transmitimos en cada enunciado contenido fáctico, relación, autorrevelación y apelación. O sea, como si hablaramos con cuatro picos diferentes. El interlocutor puede recibir este contenido en los mismos cuatro niveles, es decir, con cuatro orejas.

Está claro que los elementos no verbales, como los gestos, las expresiones faciales o la entonación, también desempeñan un papel importante. Y tampoco podemos olvidar de la relevancia que tienen las ideas o referencias básicas que compartan los interlocutores. Entre otras cosas, es relevante qué valores básicos asume una persona en su forma de hablar, pensar y actuar. A su vez, estos dependen naturalmente de todo tipo de factores diferentes, como la cultura respectiva, la experiencia vital, la disposición o el estado emocional o psicológico.

Al final, lo que lleva a los malentendidos suele deberse a una interpretación diferente por parte del emisor y/o del receptor. Si somos conscientes de los filtros pertinentes al hablar y/o escuchar, es más probable que evitemos o eliminemos las discrepancias.

Partiendo de la base de que en las relaciones elegidas, como una amistad, la otra persona generalmente tiene buenas intenciones - en caso contrario, probablemente no estaríamos juntos - quizás no tenderíamos a malinterpretar tan rápidamente lo que nos dice la otra persona.

La guerra en el siglo XXI - ¿Por qué no es un contrasentido de por sí?

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Ordenadores cuánticos, inteligencia artificial, misiones a Marte... hace tiempo que el futuro ha comenzado. ¿Por qué seguimos estancados en la Edad Media en tantos ámbitos? Cuando hablo con la gente sobre la guerra en Ucrania, tengo que admitir, por supuesto, que no estoy lo suficientemente versada en historia y política como para poder emitir un juicio fundado sobre los acontecimientos actuales. Así que rápidamente me tachan de ingenua cuando suelto mis consideraciones.

¿Por qué el dinero y el poder siguen siendo el motor de todas las decisiones políticas a estas alturas de la evolución humana? ¿Por qué los conflictos entre Estados tienen que seguir resolvíendose mediante la guerra, como si fueran peleas en el patio de recreo?

Vamos tardísimo y fatal en la cuestión del cambio climático y la protección del medio ambiente, pero los acuerdos se siguen firmando en función de los intereses financieros. .

No me entra en la cabeza por qué estamos hablando de las guerras como si fueran actividades normales e necesarias. Los crímenes de guerra están siendo investigados y por organismos que, a su vez, nos están vendiendo la neutralidad, aunque obviamente se mueven por los intereses de los estados más influyentes. ¿Crímenes de guerra? ¿No es la guerra en sí misma el crimen por excelencia?

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